"Ve a la escuela. Estudia. Consigue un empleo. Trabaja. Paga impuestos. Cásate. Ten hijos. Hipotécate. Mira la tele. Sigue la moda. Pide préstamos. Actúa con normalidad. Compra muchas cosas. Camina por la acera. Escoge entre este producto o este otro. Ahorra para cuando seas viejo. Obedece la ley. Y sobre todo, no cuestiones jamás lo que te han dicho que tienes que hacer. Y ahora, repite después de mí: ¡Soy libre!” George Denis Carlin.
Tengo una obsesión —creo que saludable— por conocer las sucias verdades de este mundo. Están ahí fuera, esperando a ser descubiertas por simios como tú y como yo.
En esta búsqueda infinita de conocimiento para vivir una buena vida —que es una de mis principales inquietudes—, vuelvo una y otra vez al mismo lugar: para tener una buena vida, es necesario pensar bien, y para pensar bien, debemos aprender a pensar por nosotros mismos. Pocos te hablan del peligro de ser pensado —incluso vivido— por otros. Convivimos con ello. Nos hemos acostumbrado a que elijan nuestro corte de pelo, la música que escuchamos, quien nos cae bien, incluso a quien odiamos.
¿Puedes resistir a las modas del pensamiento? ¿Puedes soportar el rechazo del grupo? ¿Es posible discernir entre lo que te conviene y lo que otros dicen que te conviene? Prefiero que respondas por ti mismo cuando termines de leerme.
¿Te suena Adolf Eichmann? Fue conocido por su papel clave en la implementación del plan nazi de exterminio. Ocupó un cargo de alto rango en las SS (conocidas como las Schutzstaffel) y desempeñó un papel fundamental en la organización y logística de la deportación y asesinato de millones de judíos. Tras la guerra, Eichmann se ocultó en Argentina, y en 1960 fue capturado por el Mossad y llevado a Israel, donde fue juzgado y condenado a muerte por crímenes contra la humanidad.
En el juicio, le preguntaron por las razones que le habían llevado a cometer tantas atrocidades contra la humanidad. “Me limité a obedecer órdenes”, fue la contestación del oficial alemán.
Miles de vidas se perdieron, porque una persona, no pensó. Simple y terrorífico. Eichmann no era estúpido, simplemente nadie le enseñó a pensar. A pesar de lo que pueda parecer a simple vista, las personas como Eichmann no son pervertidos ni sádicos, son terroríficamente normales. Eichmann pudo llevar a cabo esa masacre porque lo respaldaba una sociedad que le permitió eludir la responsabilidad sobre las consecuencias de sus actos. Eichmann fue mucho más esclavo de lo que llegaron a serlo aquellos prisioneros a los que tanto llegó a odiar.
Las consecuencias de no saber pensar por nosotros mismos no te afecta únicamente a ti. Todos pagamos el pato.
Todos queremos ser libres, de hecho, pensamos que ya somos libres, pero la verdadera libertad solo se gana ejerciendo el pensamiento. Libre es quien aprende a pensar por sí mismo. Libre es quien aprende a dudar de lo establecido.
Hace un tiempo, un estudio sobre pensamiento crítico exploraba el comportamiento de la sociedad actual y la importancia de tener un pensamiento independiente. Este estudio revelaba que el 80% —inserte música trágica de violín aquí— de los encuestados preferían seguir a la mayoría, aunque no estuvieran de acuerdo, por temor a ser marginados o llamar la atención. Esto es terrible.
Nos da miedo ser diferentes. Nos aterra pensar por nosotros mismos, aunque somos conscientes que el pensamiento colectivo nos perjudica. Y yo me pregunto, ¿cómo habría cambiado la historia si Eichmann y otras personas como él, hubiesen pensado por sí mismos?
Sin darnos cuenta, diseñamos nuestra vida sobre conceptos externos como el éxito moderno —que podemos resumirlo en reconocimiento, dinero y glúteos turgentes— como único criterio a la hora de diseñar nuestra vida. Nos dicen que la felicidad se encuentra detrás de ese muro, y sin pararnos a pensar, nos lanzamos como kamikazes contra una pared de hormigón. Nos fiamos más de la opinión de desconocidos que de la nuestra.
Vivimos en una aparente libertad de decisión donde se esconden ocultas formas de represión y control social. El filósofo Eduardo Infante lo resumía así: “Aunque nos creamos libres, nuestra época es la de mayor sometimiento de la historia. En la Antigüedad, él esclavo era consciente de su esclavitud, y en la Edad Media el siervo sabía que estaba sometido al señor feudal, pero hoy no sólo estamos igual de sometidos que en el pasado, sino que, además, no somos conscientes de ello”.
¿Por qué nos cuesta tanto superar el miedo a salir del grupo —durante un rato— y poder desarrollar una visión propia sobre el mundo y sobre lo que necesitamos de el? Una de las razones plausibles es que tenemos miedo a la soledad.
No quiero romantizar la soledad autoimpuesta. Sentirse solo es doloroso, mucho. Es por eso que buscamos constantemente el refugio del grupo y la validación de la masa. ¿Pero podemos pertenecer al grupo sin caer en sus peores vicios? ¿Podemos vivir en sociedad sin deshacernos de quienes somos?
Quiero pensar que si, y uno de mis autores favoritos, Derek Sivers nos regala siete recordatorios para ayudarnos a pensar mejor, en su libro How to Life:
1. No creas lo que piensas.
2. Ten preguntas, no respuestas.
3. Duda de todo.
4. La persona más fácil de engañar eres tú mismo.
5. No respondas demasiado rápido a una pregunta difícil.
6. No te detengas en la primera respuesta.
7. En las historias de misterio, el primer sospechoso no es el culpable.
Estamos en peligro. Todos quieren pensar por nosotros. Las empresas quieren hacernos adictos a sus infinitas notificaciones, chats y noticias basura. Los medios de comunicación deciden cuál va a ser tu próximo tema de conversación y a quién vas a odiar mañana. Todos te dicen que es lo mejor para ti, pero nadie se molesta en saber que es lo mejor para ti. Eichmann no se preocupó por saber que era lo mejor para el, para su espíritu y para sus conciudadanos. Se limitó a ser parte del engranaje en los planes de otros. Todo el mundo tiene buenas intenciones para ti, pero el camino al infierno está pavimentado de las mejores intenciones.
Entras en Instagram y te encuentras con cuerpos esculturales sin apenas grasa corporal, pero hasta las trancas de ansiolíticos y antidepresivos para soportal un modelo de vida que han ido interiorizando como propio, pero que muy poco o nada tiene de propio.
Kant en su obra ¿Qué es la Ilustración? Nos repite una y otra vez: “Atrévete a pensar”. Atrévete a salir de la minoría de edad intelectual. Atrévete a cuestionar las modas, las costumbres y “las buenas intenciones” de los demás. Debemos asumir que las ideas de otros, son de otros, no nuestras. Exponte a ideas, a todas las que puedas. A las que no te gustan y te hacen sentir incómodo también, sobre todo a esas. Entiende que cada uno de nosotros tiene un contexto diferente. Y después, construye tu propio criterio, tu propia visión del mundo.
La mayoría de las personas viven existencias anónimas, viven en un “se dice” y en un “se hace”, es decir, dicen lo que dicen por qué es lo que la gente dice, y hacen lo que hacen porque es lo que la gente hace.
Las personas tienen una preocupación excesiva por cultivar la belleza de su cuerpo. Todos los días hacen un esfuerzo por mantenerse bellos y limpios, pero muy pocos se preocupan por tener una buena higiene de pensamiento. Somos capaces de cometer las mayores atrocidades mientras nos preocupamos únicamente de no estar despeinados y oler a perfume de Cacharel. Todo con tal de no ser rechazados por los nuestros.
El Rincón de Aquiles es un lugar donde aprendemos a pensar mejor, como antídoto al ruido, a la tendencia, a la moda, al imperativo de los influencers, al tono paternalista de nuestros políticos y a un mundo acelerado donde el pensar se percibe como una pérdida de tiempo.
Un espacio para ejercer nuestro derecho a ser libres.
David.
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Mucho me gusta esto y mucho me gusta volver a leeros. Gracias reyes del pensamiento casi libre.
Me encantó. Muchas gracias por compartinos esto.